Los espejos de la reina
  Costumbres
 

Por desgracia, en Los Espejos, ciertas antiguas costumbres se han perdido, como la merienda de sardinas que en verano se hacía y en la que participaban todos los vecinos.  También la hoguera en vísperas de la fiesta del pueblo, 15 de agosto, ha perdido su esencia. Pero, sobre todo, va desapareciendo el calor humano, la fuerza de la amistad entre los convecinos,  ya que el mal llamado progreso nos ha hecho más egoístas, más faltos de sensibilidad y ¡cómo no! la envidia ha ido apoderándose de los espíritus, algo que es común en toda la sociedad. Sería bueno reavivar la llama de la amistad y la buena vecindad, porque si no, las antiguas costumbres irán desapareciendo y con ellas el espíritu de un buen paisanaje. Ocurre que, a veces, no sólo se pierden esas antiguas costumbres de indudable valor positivo, sino que se trata de imponer otras que nada tienen que ver con las que nuestros antepasados habían practicado. Los que nos preocupamos de estas cosas debemos erradicar ese progresismo adulterado que no busca nada más que el beneficio del mal gusto, un denominador común que está atacando a toda la sociedad.


A pesar del aislamiento que suponía para las gentes del municipio vivir en pueblos muchas veces distantes y mal comunicados, no faltaron nunca juegos ni diversiones populares con los que amenizar el paso de las estaciones. Así, era habitual que el grupo de muchachos y adultos se entretuvieran jugando a los bolos, encuentros que, en ocasiones, se convertían en auténticos partidos, con apuestas importantes. Otra costumbre que desataba gran afición eran las “peleas de toros”, que enfrentaban animales de pueblos vecinos en sonados combates en los que se ponía en juego el valor del toro y la honrilla de cada concejo vecinal. Tanto era así que los toros “invencibles” se convertían en auténticos héroes cuyas hazañas aún recuerdan los ancianos. También eran muy populares los “aluches”, los corros de lucha leonesa en los que dos contrincantes debían aunar fuerza y astucia para derribar al contrario. Eran espectáculos habituales en las fiestas. En cualquier caso las manifestaciones populares más destacadas acompañaban a las celebraciones religiosas y las fiestas de cada pueblo, que gozaban de gran concurrencia, participando toda la comunidad en su preparación.





 
   
 
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